sábado, 15 de diciembre de 2012

Ortografía

  
  Comienzo a corregir por inercia el ejercicio que me enseña mi alumno. El rotulador señala nervioso, inquisidor, cada tilde que falta, cada hache ausente, la irritante confusión entre la be y la uve. De pronto, me doy cuenta de que me está contando la muerte de su abuela. Me siento absurdo, vagamente culpable. Como si hubiera historias, frases, incluso palabras aisladas que solo se pudieran escribir con faltas de ortografía.

3 comentarios:

Laura Caro Pardo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Laura Caro Pardo dijo...

Ocurre a veces que nos damos cuenta de que adoramos cosas que, en el fondo, no son esenciales.

Me gustó mucho esta reflexión.
Un saludo.

J.Luis Gómez Toré dijo...

Gracias, Laura. En efecto, es algo que hace pensar...