lunes, 26 de marzo de 2018
Reseña de Juan Carlos Abril sobre Hotel Europa en El genio maligno
Deslumbrante y desgarrador, violento y sedante a un tiempo, Hotel Europa, de José Luis Gómez Toré (Madrid, 1973), publicado por la editorial sevillana La Isla de Siltolá, es un libro importante entre las novedades de esta temporada. Una obra de intensidades en torno a un recorrido por un lugar aparentemente cómodo, como es un hotel, lleno de referencias hacia la horizontalidad europea, la cobertura social y todo lo que significa el proyecto ilustrado, pero atravesado por la inquietud de los no lugares que, como contraposición, aparecen: Mato Grosso (p. 15), Ciudad Juárez (p. 20), diferentes urbes o lugares de Mozambique, Songo, Chitima, Changara, Maputo (pp. 23-26 y 35), Manila (pp. 27-28), etc. Se trata en última instancia de una cartografía anímica.
Dividido en tres partes, «Historia universal», «El teatro anatómico del doctor Cirlot», subtitulado explícitamente «Interludio grotesco», y para terminar la homónima «Hotel Europa», José Luis Gómez Toré ha construido un sólido y bien articulado libro de poemas que en todo momento nos deja respirar, como si fuera un tubo para buceadores a pulmón, a pesar de la gravedad de la materia tratada, gravedad filosóficamente socrática, dialécticamente brechtiana, de acusación. En Hotel Europa se cuestiona la verdad, y esta interrogación se erige en acusación pública. Pero más como ananké y denuncia de las frivolidades, esquivando la molicie happy del capitalismo avanzado y las noticias escabrosas que se suceden a la hora de comer en el telediario, en este mundo de reproductibilidad técnica, como en «Ciudad Juárez o el cuerpo en la era de su reproductibilidad técnica» (p. 20). Hotel Europa entraña una lectura trágica: la más trágica, como la Cordelia, que remite a El rey Lear shakesperiano, personaje que aparece —ya como fantasmagoría— en «Hotel Europa», el último poema del libro. Habría que advertir que, a poco que abordemos los primeras composiciones, nos damos cuenta de que nos enfrentamos a una poesía que se pregunta si es posible escribir poesía después de Auschwitz, como planteara Adorno, y tal como se hiciera eco nuestro autor, en 2015 en su ensayo titulado El roble de Goethe en Buchenwald, donde dedicaba varias páginas a contextualizar y a intentar explicar (y explicarse) el exabrupto adorniano entre poesía y barbarie... Y habría que responder de inmediato que sí, a la luz de este poemario, pero la respuesta no es tan sencilla ni en su formulación, obviamente, ni en su resultado. La incertidumbre sobre el futuro planea advirtiéndonos lo intrincado del pasado, pues no hay futuro sin pasado, sin lectura consciente del paso del tiempo: «Son pocas las certezas: no ordenar las imágenes, no borrar la sutura, mantener a distancia el porvenir.» (de «Elegía», p. 35). Porque «El exceso de porvenir enferma.» (de «De la poesía como discurso republicano (zona wi-fi)», p. 36).
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jueves, 15 de marzo de 2018
Noche (Hilde Domin)
NOCHE
Me
han puesto muertos en el agua
yo
bajo por los ríos
el
Ródano el Rin el Guadalquivir
el
río de los tiburones en los trópicos.
En
el mar los féretros.
Yo
sin moneda entre los dientes
paso
flotando en mi cama
con
los misericordiosos
protectores
los
queridos muertos
incontables
más
inútiles que madera flotando
en
el día.
HILDE DOMIN, Hier (versión de J.L.G.T.)
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lunes, 12 de marzo de 2018
Adorno y Scholem, una amistad improbable
Theodor W. Adorno y Gershom Scholem
Correspondencia (1939-1969)
Traducción de Martina Fernández Polcuch y María Graciela Tellechea
Eterna Cadencia, Buenos Aires/Madrid, 2017
«Publicadas por primera vez en español,
estas cartas son el tercer lado de un triángulo epistolar con un amigo
en común: Walter Benjamin. Un intercambio que se inicia con la
preocupación de Adorno y de Scholem por la vida de Benjamin, pero que
luego de su suicidio adquiere intensidad intelectual y carácter
multifacético». Así leemos en la contraportada del libro.
Comenzar,
claro está, por el texto de la contracubierta no suele ser la mejor
guía para una lectura crítica. Más bien, al contrario. Sin embargo, en
este caso, más allá del aura –permítaseme el mal chiste— que rodea el
nombre de Benjamin en determinados círculos, y más allá también del
reclamo publicitario correspondiente, lo cierto es que dicha alusión no
encierra ninguna pista falsa. En efecto, fue Walter Benjamin el que unió
a dos intelectuales de intereses en principio muy lejanos entre sí y
entre los cuales nada hacía presagiar que se iba a establecer una
relación de intercambio intelectual, pero también de indudable amistad.
Y, ciertamente, gran parte del interés del volumen radica en asistir al
importante esfuerzo por parte de Scholem y Adorno para dar a conocer el
legado de Benjamin, tras la muerte de éste en Portbou, así como las no
pocas dificultades —no exclusivamente filológicas— a la hora de rescatar
textos perdidos o dispersos, empezando con la copiosa correspondencia
del escritor, una correspondencia que, para ambos, tiene un valor que va
mucho más allá de lo testimonial. Así, escribe Scholem, el 28 de julio
de 1965: «[…] Me parece que la impresión global que generan las cartas
es extraordinaria. Representa tanto un comentario lleno de vida sobre él
mismo como un complemento de su opus que va en muchas direcciones».
Esa
insistencia, ese empeño común, muestra, de forma indirecta, cómo la
obra benjaminiana no encontró tan fácil acomodo como podría pensarse
hoy, cuando el pensador se ha convertido en un autor ampliamente citado,
si bien no deja de resultar sospechoso que no pocos testimonios de su
supuesta influencia actual graviten siempre en torno a los mismos
textos. [...]
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martes, 6 de marzo de 2018
Versión de Paul Celan
En
los ríos al norte del futuro
echo
la red que tú
titubeante
lastras
con
sombras escritas por
piedras.
In den
Flüssen nördlich der Zukunft
werf ich das Netz aus, das du
zögernd beschwerst
mit von Steinen geschriebenen
Schatten.
werf ich das Netz aus, das du
zögernd beschwerst
mit von Steinen geschriebenen
Schatten.
Paul Celan, Atemwende (versión de J.L.G.T.)
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jueves, 1 de marzo de 2018
Hotel Europa en el blog de Carlos Alcorta
El último, F. W. Murnau |
"«La historia / es una sucesión de hechos consumados, / de crímenes
perfectos». No es preciso remontarse muy atrás en el tiempo para
constatar estas palabras. Lo comprobamos en el presente, con las
tragedias que acontecen diariamente y que ensancharán, en el mejor de
los casos, el vientre de la historia (en muchas ocasiones, ni siquiera
eso, serán pasto del olvido). José Luis Gómez Toré (Madrid, 1973)
prefiere no referirse a ningún hecho en concreto acaso con la intención
de amplificar su voz, tal vez con el propósito de que sus reproches no
se circunscriban a una habitación determinada, sino que se difundan por
todo el hotel, por el Hotel Europa, un hotel que simboliza —o que
debiera simbolizar— amparo y refugio para quienes traspasan fronteras
casi impermeables, para quienes huyen de la violencia, de la miseria, de
la no vida. Sin embargo, esa anhelada seguridad que los poemas de Hotel
Europa reclaman, está construida solo con palabras, y las palabras,
como el propio peta escribe «… levantan / un hospital precario, /un
refugio irrisorio / que dobla la intemperie», acaso porque el lenguaje
es solo «un estado de excepción». En cualquier caso, la existencia es un
estado de excepción casi permanente, sobre todo para aquellos que
sufren las consecuencias de la guerra, para los exiliados, para los
perseguidos, para los mutilados de cuerpo y espíritu".
CARLOS ALCORTA
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